domingo, 16 de agosto de 2009

Casablanca (conózcala un poco)


CULTURA
La sombra de Rick
'Casablanca', la película de Michael Curtiz, hizo que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman revivieran su amor parisino en un garito marroquí
16.08.09 -
POR LUISA IDOATE
Casablanca es hoy una ciudad con cinco millones de habitantes. / EFE

'CASABLANCA'
Estados Unidos, 1942. Director: Michael Curtiz.
Guión: C. Robinson, J J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch
Música: Max Steiner.
Fotografía: Arthur Edeson.
Reparto: Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid.


Marrakech es la ciudad con más encanto de Marruecos y Fez tiene la mayor medina de África
Quien llega a Casablanca busca el café de Rick. Existe: en el 248 de Boulevard Sour Jdid. Aunque allí no está Humphrey Bogart dando vida a Richard Blaine ni Ingrid Bergman encarnando a Ilsa Lund; ni Sam, el pianista de 'As time goes by' que, en realidad, no sabía tocar el piano. Tampoco aparecen el corrupto capitán Renault ni el mayor Strasser. Pero ya lo advierte la obra de Murray Burnett y Joan Alison en la que se basó la película: 'Todos vienen al café de Rick'. Un casino por el que pululan espías, vividores, chaqueteros y nazis en busca de unos preciados salvoconductos durante la Segunda Guerra Mundial.
La película de Michel Curtiz debiera de haberse llamado Marrakech, porque la plaza de la Jmaa el Fna pega más con el garito de Bogart. En ella hay de todo. Vendedores, encantadores de serpientes, tatuadores de henna. Es el centro de la ciudad y la entrada al Zoco, donde todo se compra y se vende, y sobre todo se regatea; con humor y habilidad, y mejor tomando un té. Millón y medio de personas viven en esta ciudad a los pies del Atlas. La fundó Yusuf Tasfinen en 1062, plantando su tienda y haciendo crecer un palmeral del que surgió la ciudad con su famosa Palmèrie. Lo mejor es sobrevivir al Zoco y visitar las tumbas Saadies, el Palacio Real con los Jardines de Menara y el de la Bahía. O entrar en cualquiera de las 300 mezquitas abiertas al culto, aunque las más llamativas son la de Ben Youseff y la de Los Libreros.
Richard Blaine también podía haber llorado el amor de Ilsa Lund en Fez, la ciudad de los gremios separados por puertas con arcos labrados. El de los tintoreros hay que verlo; y aguantarlo, porque no todo el mundo soporta el olor que despiden las pocetas de tintura. Los tonos con que tiñen las pieles son irrepetibles. Hay tres talleres en Fez famosos por ello, Chuara, Ayn Azliten y Sidi Mussa, arracimados en torno a una gran plaza con sus tinas. Fez presume de tener la mayor Medina de África y el minarete más antiguo del Islam, el de la mezquita Qarauiyn. Y, si se trata de lujo, nada supera al Palacio Real; para visitarlo hay que ir a Fez el-Djedid.
¿Por qué triunfó 'Casablanca'? No se sabe. Ingrid Bergman andaba medio loca en el rodaje porque no sabía de quién debía de enamorarse. Los diálogos no tenían pies ni cabeza, contaban historias divergentes de varios guionistas. Al compositor Robert Steiner no le gustaba que 'As time goes by' fuera el tema central del filme. Ni siquiera había final, sólo se sabía que sería feliz. Pero el filme puso en el mapa a la ciudad marroquí, a la que los turistas llegan buscando los románticos lugares que aparecen en la cinta que se rodó en Florida.
Casablanca no tiene el misterio de Fez ni el encanto de Marrakech. Es una ciudad industrial con cinco millones de habitantes, en la que sólo se suben al carro romántico los pianistas de los hoteles tocando 'As time goes by'. Pero, si a Richard Blaine le quedó París, a los desorientados turistas que lleguen buscándole les queda el barrio judío de Lusitania, con la sinagoga de Namarroch en el cruce de las calles Rousseau y Ibn Rushd. También tienen playas espléndidas, la Antigua Medina con las puertas Bab Jédid, el santuario de Sidi Kairouani y las mezquitas Ould el Hamra y Dar el Makhzen. Los edificios Art Déco se esconden entre la avenida Hassan II y el bulevar Meskini, y la arquitectura tradicional marroquí brilla en La Mahakama del Pachá. La mezquita de Hassan II se ve desde toda la ciudad. Tiene un minarete de 210 metros de altura mirando al mar y un techo corredero, porque el monarca tuvo el capricho de ver cielo y mar al mismo tiempo. A lo que se une la zona privada con suelo de cristal, construida sobre el mar, que al otro lado del Estrecho ya estaría denunciada en algún juzgado.

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