jueves, 13 de agosto de 2009

Hemingway no quería irse


SOCIEDAD

Una historiadora cubana sostiene que el Nobel de Literatura fue obligado a abandonar la isla por el embajador estadounidense

No era comunista, pero Ernest Hemingway nunca ocultó su sintonía con algunos protagonistas de la revolución cubana. El popular premio Nobel de Literatura estaba enamorado de la isla caribeña. Le encantaba navegar en su yate 'Pilar' frente a las costas de la isla caribeña o hacer una paradita junto a algún compatriota famoso en el santuario de los mojitos, La Bodeguita del Medio. Con la dictadura de Fulgencio Batista todos sus movimientos estaban controlados y hasta le registraban su casa, experiencias que no volvieron a producirse después de que Fidel Castro asumiera el poder. ¿Por qué regresó entonces repentinamente a Estados Unidos? Según desvela Ada Rosa Alfonso Rosales, directora del museo en honor al escritor y periodista, el embajador norteamericano Philip Wilson Bonsal le obligó a hacerlo.
Ocurrió el 25 de julio de 1960. Algunos biógrafos siempre han dicho que se fue porque se sintió «frustrado» al no ver cumplidas sus expectativas sobre el movimiento revolucionario. La historiadora tiene otra versión. En un reportaje publicado por el diario oficial cubano 'Juventud Rebelde', asegura que Valery Hemingway -antigua secretaria del controvertido novelista y esposa de su hijo menor- «lo deja bien claro» en su libro 'Correr con los toros': «Fueron a su casa y le dijeron que si permanecía en Cuba sería considerado un traidor».
Muestra de que no tenía intención de dejar la isla y pensaba volver tarde o temprano sería que Hemingway dejó todas sus pertenencias dentro, entre ellas los manuscritos sin concluir de algunas de sus novelas. O que cuando llegó a tierras estadounidenses se quedó en Nueva York en lugar de ir a su casa en la cabaña de Sun Valley y, apenas una semana después, viajó a España. «Él siempre tuvo claro regresar. No se trata sólo de los bienes materiales que dejaba. Hemingway amaba la finca 'Vigía', era su lugar para escribir y al que invariablemente volvía», insiste Alfonso Rosales.
Más de uno ha llegado a asegurar que el escritor tenía problemas con el régimen castrista. La historiadora le da la vuelta a la tortilla. Tiene documentadas unas palabras suyas en las que, al ser recibido por una multitud, se declaraba como cubano y decía que la revolución «iba a ganar». No fue, según aclara, su único testimonio de aliento a los comunistas. Con motivo de una visita de Anastás Mikoyán, primer ministro de la Unión Soviética, afirmó al periódico 'Pravda' -también lo reprodujo la revista 'Time'- que «la revolución cubana es indestructible y fabulosa».
¿Suicidio inducido?
Aquellas declaraciones, junto a unas fotografías compartiendo confidencias con el comandante Fidel Castro durante la entrega de premios de un torneo de pesca, pudieron acabar con la paciencia del Gobierno americano. «Podrás imaginarte cómo debieron caerles esas palabras».
Alfonso Rosales pone incluso en duda que el autor se quitara la vida casi un año después de abandonar Cuba sólo por su estado depresivo. Cree que pudo haber un «suicidio inducido» al serle recetados medicamentos contraproducentes a propósito. Y apunta al FBI: «Era un objetivo suyo». ¿El problema? Que no hay

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